Wednesday, April 10, 2013

¿A qué viene Obama?


Javier Treviño Cantú *

Milenio
10 de abril de 2013

La decisión del Presidente Barack Obama de aceptar la invitación que le hizo el Presidente Peña Nieto plantea varias interrogantes. Ante todo, porque se prevé que poco después vendría a la Cumbre de Líderes de América del Norte, acompañado por el Primer Ministro de Canadá, Stephen Harper. Considerando las crisis internacionales y las abultadas agendas de política interna y de política exterior que enfrenta al inicio de su segundo y último mandato, Obama seguramente pudo haber esperado unas semanas para reunirse por primera vez con Enrique Peña Nieto en su calidad de Presidente Constitucional. La pregunta es, ¿por qué optó por adelantar el encuentro?

Una primera respuesta podría ser que —parafraseando a McLuhan— “el viaje es el mensaje”. Contrario a lo que muchos analistas han sostenido, la administración Obama siempre ha estado muy al pendiente de la agenda bilateral con México. De entrada, la decisión que tomó para asumir como propia la cooperación en materia de seguridad a través de la Iniciativa Mérida, representó una apuesta estratégica que le ha reportado enormes logros a su país.

Como nunca antes, el gobierno del entonces Presidente Felipe Calderón le abrió las puertas a todas las agencias de seguridad e inteligencia de los Estados Unidos. El operativo “Rápido y Furioso”, el asesinato en la carretera a San Luis Potosí del agente de inmigración y aduanas Jaime Zapata, las fricciones registradas en los cables diplomáticos dados a conocer por WikiLeaks, y el aún inexplicado ataque contra dos presuntos agentes de la CIA en Tres Marías en agosto de 2012, fueron apenas algunos indicios de la complejidad que alcanzó la relación bilateral de seguridad en el sexenio anterior.

Durante su primer mandato, el Presidente Obama tampoco se desentendió de México en materia migratoria. Tan sólo en 2012 dedicó más de 18 mil millones de dólares a la aplicación de leyes y políticas migratorias, un monto mayor al de todas las demás agencias federales policiacas y fronterizas juntas (Migration Policy Institute, “Immigration Enforcement in the US”, enero de 2013). En parte, esto explica que durante sus primeros cuatro años el gobierno del Presidente Obama haya deportado a un número récord de inmigrantes indocumentados, con un total cercano al millón y medio de personas.

Igualmente, el mandatario estadounidense buscó resolver delicados temas comerciales, incluyendo el pleno acceso de los camiones mexicanos de carga al vecino país, el rezago en materia de infraestructura fronteriza y una mayor armonización regulatoria. A la vez, el Presidente Obama impulsó un acuerdo sobre yacimientos de hidrocarburos transfronterizos, y le dio una especial atención a los intercambios culturales, como lo muestra la firma en noviembre pasado del Anexo IX al Memorándum de Entendimiento sobre Educación.

Así, con su decisión de viajar a nuestro país, el Presidente Obama quizá busca reafirmar la importancia prioritaria que su gobierno le da a la relación con México, y su interés personal en despejar cualquier duda respecto a la continuidad de la colaboración binacional en todos los temas incluidos en la agenda bilateral. Empezando, por supuesto, con el referente a la seguridad.

Desde la campaña presidencial del año pasado en México, y en estos primeros meses de 2013, algunos de los diarios estadounidenses más influyentes no han dejado de insistir en las supuestas preocupaciones de Washington sobre el compromiso del Presidente Peña Nieto para proseguir la lucha contra la delincuencia organizada transnacional. Después de una intempestiva visita a México en enero de la Secretaria de Seguridad Territorial, Janet Napolitano, el asunto estalló cuando el New York Times publicó que el gobierno estadounidense había “vetado” al General Moisés García Ochoa como posible candidato a la titularidad de la Secretaría de la Defensa Nacional (NYT, “Hand of US is Seen in Halting General’s Rise in Mexico”, 4/02/13).

La reacción del nuevo gobierno mexicano fue mesurada, pero muy efectiva. Unos días después, el propio Embajador de los Estados Unidos en México, Anthony Wayne, se encargó de desacreditar lo publicado por el New York Times. No obstante, las presuntas inquietudes han seguido manifestándose (opinión editorial del Washington Post, “Mexico’s Grand Bargaining”, 29/03/2013). Por ello, la visita del presidente Obama seguramente servirá para aclarar posibles malos entendidos, y definir la ruta conjunta a seguir en un área donde la cooperación resulta absolutamente esencial.

Descontando que el tema de seguridad seguirá ocupando un lugar central en la relación, quizá la respuesta de fondo al viaje del Presidente Obama se encuentre en otro tema de vital importancia: el de los crecientes lazos económicos que nos unen desde la entrada en vigor del TLCAN hace ya casi 20 años, pero que estarían por iniciar un proceso de revisión estructural. La inclusión de México en las negociaciones para establecer el Acuerdo Trans-Pacífico, así como las discusiones en paralelo de Canadá y Estados Unidos con la Unión Europea para alcanzar sendos Acuerdos de Libre Comercio e Inversión, sumado a la actualización del Acuerdo de Asociación Económica entre México y la misma Unión Europea, plantean un desafío fundamental a la integración comercial de Norteamérica basada en el TLCAN.

Desde su primera reunión como mandatarios electos en Washington, a fines del año pasado, el Presidente Peña Nieto manifestó el interés de darle un mayor peso a los temas económicos dentro de la agenda bilateral. El Presidente Obama expresó su coincidencia y disposición de buscar formas de dinamizar una relación que ha sido en extremo benéfica para los Estados Unidos. El comercio entre ambos países no sólo ha crecido exponencialmente, sino que además tiene características singulares que nos convierten en auténticos socios estratégicos (Christopher Wilson, “Working Together: Economic Ties Between the US and Mexico”, WWC, noviembre de 2011).

México y los Estados Unidos, junto con Canadá, cuentan con bases sólidas para darle un mayor impulso a cada una de sus economías y reforzar la competitividad regional. Una Norteamérica más integrada tendría mayor capacidad de fortalecer su posicionamiento comercial frente a China, Asia, Europa y América Latina. Desafortunadamente, como ya se ha señalado (Robert Pastor, “Shortcut to US Economic Competitiveness: A Seamless North American Market”, CFR, 05/03/2013), la “idea” de Norteamérica ha perdido terreno, y la fragmentación de las negociaciones por parte de los tres socios con la Unión Europea reflejan con claridad esta tendencia negativa.

Durante el viaje que realizó en marzo a Washington, para extenderle al Presidente Obama la invitación de viajar pronto a nuestro país, el Canciller José Antonio Meade declaró que México “estaría dispuesto” a participar en una negociación conjunta entre los países de América del Norte y la Unión Europea, para alcanzar un solo acuerdo comercial entre las dos regiones. Por ello, finalmente la gran pregunta es si el Presidente Obama sólo reiterará su voluntad de seguir trabajando al lado de nuestro país para incrementar las oportunidades respectivas de un mayor desarrollo económico, o si aprovechará su estancia en México para hacer un gran anuncio que marque el inicio de una etapa de mayor prosperidad regional verdaderamente nueva.

En unos días sabremos a qué viene el Presidente Obama a México.

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Javier Treviño Cantú es Diputado Federal y fue Subsecretario de Relaciones Exteriores